El calor extremo también funde las neuronas

40º Centígrados. Ese es el límite. A partir de ahí nuestro ordenador central comienza a colapsar. Es como el microprocesador de un ordenador cuando no puede refrigerarse óptimamente.

A los humanos nos falla el termostato, es decir, el hipotálamo. Ya no puede poner en marcha de forma correcta nuestro sistema de refrigeración por excelencia, el sudor. Tiene que realizar un trabajo extra para que nuestro organismo no sufra un calentamiento no deseado y, a veces, fatal.

A partir de ahí, nuestro sistema nervioso comienza a pegar “chispazos”. Que el hipotálamo tenga que procesar información confusa para mantener la temperatura, afecta a otras funciones importantes.

La atención se resiente, con todo el peligro que ello representa, sobre todo cuando nos encontramos en un entorno urbano. Un claxon de un coche, un aviso de cuidado, hasta un mensaje sencillo – “el café está caliente” –  “¡Ay!”. Ya, te has quemado.  

“La atención se resiente, con todo el peligro que ello representa, sobre todo cuando nos encontramos en un entorno urbano.”

En lo que se refiere a la transmisión de información, se convierte en una atascada autovía de impulsos nerviosos. Nuestra capacidad de respuesta se ralentiza, es decir, no solo tardamos en recibir la información, la procesamos lentamente y tomamos las decisiones y las ejecutamos con una latencia muy alta, lo que disminuye o elimina su eficacia.

“Nuestra capacidad de respuesta se ralentiza…”

Toda esta situación de desaciertos y de lucha contra la disfunción orgánica nos afecta también de forma emocional. Estamos irritados y nuestro estado de ánimo lucha por mantenerse en pie. Podemos llegar a alcanzar un nivel de confusión tan alto que atendamos solo a procesos básicos y no nos planteemos los complejos – “Sírveme un refresco” – “De cola o de naranja” – “No sé, me da igual, sírveme un refresco”. El proceso de querer mitigar nuestra sed funciona, el de seleccionar con qué, necesita de una decisión. Demasiado consumo de energía.

“Estamos irritados y nuestro estado de ánimo lucha por mantenerse en pie.”

¿Las neuronas sufren? Mucho. Básicamente, cuando nuestro hipotálamo no puede controlar la temperatura del organismo y fijarla a un  máximo de 37º, las proteínas se desnaturalizan, se descomponen, se “funden”. Esto afecta de forma directa a las neuronas tanto orgánica como funcionalmente. El organismo se defiende desencadenando una respuesta inflamatoria que introduce un desequilibrio en el tejido nervioso. La palabra desequilibrio, obviamente, no es buena.

¿Alguna vez te has planteado por qué cuando el calor es intenso lo primero que te cuesta es moverte, andar, realizar movimientos de una forma coordinada y guardar cierto equilibrio, además de sentir una debilidad notoria y molesta? Exacto, las neuronas más afectadas por las altas temperaturas son las que se encuentran en el cerebelo y son responsables de la función motora, es decir, de todo lo referente a nuestros movimientos.

“…te cuesta es moverte, andar, realizar movimientos de una forma coordinada y guardar cierto equilibrio…”

Volvemos al hipotálamo, además de ser nuestro termostato, el hipotálamo regula los ciclos de sueño y vigilia. Es el encargado de mandarnos a la cama o de despertarnos (con menos éxito a veces). Un cerebro “recalentado” es un cerebro desorientado. El hipotálamo confunde las señales de luz y temperatura que le llegan del exterior por lo que le cuesta más “apagar” la máquina y ponerse a realizar tareas de mantenimiento. Habrás oído esta frase: ¡En verano no hay quien estudie! Además de la dificultad de concentración en las tareas cuando la temperatura es más alta de lo normal, resulta que el cerebro, por la noche, no es capaz de realizar las labores de organización de la memoria por lo que, al día siguiente la percepción es de tiempo perdido. No cabe duda de que esto lo mitiga un buen aire acondicionado, pero no todas las bibliotecas abren en verano y, en ocasiones, es un lujo al que no podemos acceder. 

¿Y cuál es la emoción que triunfa en este estado de “fundición neuronal”? Sin duda, la agresividad. El origen de este estado de irritabilidad es la deprivación de sueño provocada por el calor y, por consiguiente, la inexistencia de reseteo o puesta a cero de nuestro cerebro. A continuación en el ranking, y teniendo como origen esa falta de sueño, le sigue el estrés, la ansiedad, la angustia, el nerviosismo, los cambios de humor incomprensibles y, en general, lo que acostumbramos a llamar malestar

“¿Y cuál es la emoción que triunfa en este estado de “fundición neuronal”? Sin duda, la agresividad.”

Finalmente está la deshidratación. El cuerpo suda para alcanzar un equilibrio  térmico y cuando la pérdida de agua se sitúa por encima del 2% del peso corporal se presenta la somnolencia, la fatiga muscular o la pérdida de propiedades en el uso de la memoria operativa, es decir, volvemos al problema de la gestión inadecuada de la información.

“…cuando la pérdida de agua se sitúa por encima del 2% del peso corporal se presenta… la pérdida de propiedades en el uso de la memoria operativa…”

En este momento estarás pensando: “Ahora entiendo el aumento de los problemas de tráfico”. Es la unión perfecta de la falta de atención con la agresividad.

El psicólogo chatbot ya es una realidad pero por el momento tienen limitaciones aunque van ganando terreno.

“Los chatbots comerciales son eficientes hasta que las respuestas del interlocutor carecen de cierta lógica”

Como psicólogo se espera de mí que satanice este tipo de asistentes pero… Vamos a analizarlos y sacar alguna conclusión interesante.

El interés por crear IA’s capaces de conversar se remonta prácticamente a los orígenes de la computación a mediados del siglo pasado, de hecho existe una competición, la Loebner Price, en la que diversos robots compiten por superar el llamado “Test de Turing” de los cinco minutos, en las que un humano conversa con otro humano y un robot. Si el interlocutor no distingue el robot del humano en cinco minutos el test se considera superado. Esto no ha sucedido hasta 2014.

Desde la Eliza de 1966, primera psicóloga virtual (si, si, 1966), que tenía respuestas prediseñadas (unas 200) pasando por Alicebot (1995, 40000 campos de conocimiento) hasta los modernos chatbots, como puede ser el Sentinobot (Sentino, 2018), la psicología ha servido de banco de desarrollo dentro de este campo y para todo tipo de productos, comerciales y asistentes virtuales.

“la psicología ha servido de banco de desarrollo dentro de este campo y para todo tipo de productos, comerciales y asistentes virtuales.”

Siri, Google Assistant, Cortana o Watson son todos un ejemplo comercial de estos agentes conversacionales. De hecho, muchas páginas implementan un asistente virtual que cada vez es más completo, por ejemplo, Irene de Renfe.

El Sentinobot de 2018 evalúa extroversión, responsabilidad, amabilidad, neuroticismo y apertura a la experiencia, aunque no ha sido evaluado científicamente y su presentación no es “humana”. Sin embargo el Woebot de 2017 es un agente conversacional que si ha sido testado ¡Atención! De un grupo de 70 alumnos con síntomas de depresión mejoraron más los tratados por el chatbot que los que solo recibieron información sobre la depresión.

“De un grupo de 70 alumnos con síntomas de depresión mejoraron más los tratados por el chatbot que los que solo recibieron información sobre la depresión”

Seamos sinceros, un chatbot, aunque su IA tenga un aprendizaje geométrico, no puede crear los lazos empáticos necesarios para llevar a cabo una terapia o un acompañamiento. Una terapia requiere un conocimiento del paciente a varios niveles que, por el momento, y digo por el momento, un chatbot no puede alcanzar.

“Una terapia requiere un conocimiento del paciente a varios niveles que, por el momento, y digo por el momento, un chatbot no puede alcanzar.”

Aun así, los resultados del estudio antes referido son interesantes, que no inquietantes. Sitúa al chatbot en un nivel bajo de evaluación y/o intervención pero no deja de tener su utilidad. El que un paciente haya mejorado no implica que el trastorno haya desaparecido. La lógica y los procesos “cibernéticos” de una máquina no pueden alcanzar los de un avezado profesional de la salud mental (por el momento).

En contra de lo manifestado por sus detractores, la terapia online es efectiva y accesible cuando se realiza con un profesional, pero la pléyade de chatbots emocionales que circulan por la red o en forma de App (Ejemplo de Yana) tienen un recorrido limitado. Cierto es que el coste es reducido y la disponibilidad es 24/7, es decir, siempre, además de no existir barreras sociales para su empleo, muy útil para ciertos trastornos, pero pueden ofrecer una, vamos a decirlo, atención primaria. No estoy diciendo que sea un gasto inútil o que no sirven para nada, en absoluto, de hecho emplea ciertas técnicas que podríamos calificar de útiles y, en algunas aseguradoras, su papel de filtro evaluador se ha vuelto trascendente. Muchos (miles) son los pacientes atendidos por un chatbot, pero para establecer unos primeros parámetros o un triage psicológico.

“En contra de lo manifestado por sus detractores, la terapia online es efectiva y accesible cuando se realiza con un profesional ”

Vamos, qué si, que algún día vamos a ser sustituidos por chatbots capaces de empatizar, analizar de forma individualizada y aplicar las técnicas adecuadas, pero hoy no…