Miedo a volar y trabajo, tienes que solucionarlo
Me da lo mismo la palabra que emplees para nombrarlo; aerofobia, miedo a volar, pánico a volar o a los aviones, fobia a volar… Y si lo combinas con el hecho de que necesitas volar por trabajo, se vuelve una pesadilla.
No es lo mismo enfrentarse a un vuelo puntual por ocio que verse obligado a volar por trabajo. La preparación para el evento puntual, aunque requiere estrategias, difiere de un uso repetido del medio de transporte aéreo por trabajo.
La imposibilidad de volar por trabajo puede ser incapacitante y nos puede abocar a perder nuestro empleo o reducir nuestras posibilidades de promoción o avance, además del malestar que, de por sí, nos causa.
En cualquier caso hemos de distinguir entre el miedo a volar que dos de cada tres personas tienen, y el miedo insuperable o pánico a volar, que tienen 1 de cada 5 personas. En las primeras el malestar, aunque con diferente grado de intensidad, les permite volar mediante el empleo de diferentes estrategias, aun con cierto coste personal. En el segundo grupo de personas, solo el hecho de pensar en subirse a un avión o volar, es el comienzo de una respuesta psicológica de angustia y ansiedad, además de la otra fisiológica asociada a dicha ansiedad con sensación de presión en el pecho, palpitaciones, sudoración, ahogo, llanto, malestar intestinal…
Cada persona tiene mil explicaciones asociadas a este malestar y temor. Las más habituales son: miedo a las alturas, accidentes aéreos (suelen ser catastróficos y los medios de información no ayudan), desubicación (no saben dónde están), claustrofobia, turbulencias (el avión está fallando o una tormenta nos va a derribar), falta de control (no manejan la situación como en los vehículos terrestres) y desinformación técnica (no saben cómo vuela un avión, de hecho les parece inviable que tantas toneladas se sustenten en el aire).
Hay rasgos de la personalidad que también nos hacen proclives a padecer fobia a volar. Un ejemplo sería una persona perfeccionista, estricta, obsesiva, con problemas de adaptación al cambio, es decir, rígida de pensamiento y con poca tolerancia al fracaso y a la frustración. Aunque no es determinante para sufrirlo y viceversa, para no sufrir el miedo a volar.
Llegado este punto hay que decir que el miedo a volar, fobia a volar o aerofobia (nunca me ha parecido adecuado el empleo académico de este último) puede ser producto o convivir con otros miedos como son el miedo a las alturas (acrofobia) y el miedo a los espacios cerrados (claustrofobia), además de diferentes problemas previos de ansiedad.
El origen de todos los pensamientos de los que hemos hablado antes son de lo más diversos. Haber tenido una mala experiencia en un vuelo precedente (accidente leve o aterrizaje de emergencia, tormenta, turbulencias extremas, mal despegue o aterrizaje…); que alguien cercano haya tenido esa experiencia; miedos previos nuestros o historia trastornos de ansiedad o fobias de otros familiares.
Como distinguir un miedo a volar intenso o irracional de una leve incomodidad. Si lo evitas a toda costa y manifiestas una ansiedad intensa solo enfrentándote a la idea de volar o a cualquiera de los procedimientos de un vuelo, cuando subes al avión quieres escapar a toda costa, tienes las sensaciones fisiológicas que hemos descrito antes (ahogo, sudoración…) y llegan a tu mente ideas catastróficas de accidentes, muerte, pérdida de control o crisis de pánico, entonces tienes fobia a volar. En el otro extremo. Si mediante pequeñas estrategias como sentarte delante, buscar una ventanilla, entretenerte con medios audiovisuales o ir acompañado consigues subirte a un avión, tienes un ligero malestar y un miedo a volar poco intenso.
Evidentemente, no solo hay negro y blanco. El malestar es graduable y existen situaciones intermedias, pero en todas ellas existe el denominador común de un proceso ansioso, además de una frustración y perdida de autoconfianza.
¿Se puede eliminar el miedo a volar? Si, con la ayuda adecuada.
De todos los descritos, hay dos factores que determinan de alguna manera la superación de la fobia a volar: la intensidad del miedo a la percepción de inestabilidad y la intensidad del miedo a las alturas. La primera es muy importante y, en general, bastante limitante.
Si necesitas volar por trabajo o simplemente quieres realizar ese par de vuelos anuales con cierto bienestar o adaptación es el momento de ponerse manos a la obra. Más allá, ¿Por qué vas a poner límite a tus viajes? El mundo puede estar a tu alcance.
Es un trabajo integral en varias direcciones y no hay trucos o recetas mágicas (Hay algunas realmente exotéricas en la Web). Hay técnicas adecuadas para cada nivel de malestar (de bajo a insoportable). Exposición en imaginación, en vivo, sustituir las ideas catastrofistas por otras más adaptadas a la realidad, información, mucha información, realidad virtual, simuladores, relajación… Se establece una línea de trabajo cuyo objetivo es adaptarse de una manera adecuada al medio aéreo y dejar atrás nuestro miedo a volar.
Por ejemplo, aunque dedicaremos un post a ello, la mayor molestia que se puede sufrir en vuelo: las turbulencias (La mayoría de los viajeros en avión las valoran como “su peor momento en vuelo”). Las hay de 4 tipos, clasificadas por su gravedad. La sensación de caída al vacío que produce es muy desagradable (o no). La de subida no lo es tanto. Su origen es la existencia de corrientes ascendentes o descendentes que pueden llegar a alcanzar los 200 km/h y que zarandean el avión. El del del malestar fisiológico, por una liberación de adrenalina debida a una interpretación errónea de la situación. Hay que asumirlas como algo normal del vuelo (porque lo es) y trabajar en la dirección de conseguir esa normalidad.
Otro de los pensamientos más habituales y perturbadores es que, la elección del despegue es voluntaria “yo me he subido al avión y ha despegado”, pero la del aterrizaje es obligatoria “estoy atrapado y esto va a tener que llegar en algún momento al suelo”. Este es el comienzo de un proceso ansioso importante que perturba cualquier proceso mental. De nuevo, hay que profundizar y crear una línea de trabajo que nos permita adaptarnos a ese momento.
Con la ayuda adecuada puedes superar el miedo a volar y la angustia, adquirir autoconfianza y dotarte de herramientas de autocontrol útiles en más circunstancias de la vida.